viernes, 7 de noviembre de 2014

El Puerto de Rosario en el siglo XIX



.....El desarrollo de las colonias y de la producción agrícola ganadera en general del centro y sur de la provincia de Santa Fe estuvieron estrechamente relacionados con el sistema de transporte conformado por las vías navegables, el ferrocarril y las instalaciones portuarias.

El lugar geográfico privilegiado de Rosario, con sus altas barrancas y gran profundidad del río Paraná frente a sus costas, lo convirtió desde época temprana en un puerto natural. Su desarrollo se acelera a partir de la caída del gobierno de Juan Manuel de Rosas (1852), el enfrentamiento entre la Confederación urquicista y el Estado de Buenos Aires (1853-61) y la Guerra del Paraguay (1865-70). Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, la guerra anglo-boer también favorecería al puerto rosarino, convertido en una de las bases desde donde el Imperio Británico obtenía sus suministros para atacar a los colonos holandeses de Sudáfrica.

La infraestructura portuaria durante la segunda mitad del siglo XIX, hasta la construcción del puerto moderno a partir de 1902 por parte de la Sociedad Constructora del Puerto de Rosario, consistía en una serie de muelles que se extendían no sólo en la zona central de la ciudad, sino también en la costa del barrio Refinería.




Hacia ambos lados de la actual Bajada Sargento Cabral (la Bajada Grande), principal nexo entre el núcleo de la población y su zona baja vecina al río, se fueron erigiendo gran cantidad de muelles de madera más o menos precarios, que las crecidas deterioraban o directamente destruían. La gran facilidad que las altas barrancas y la profundidad del río brindaban a las operaciones de carga hizo que durante muchas décadas no se avanzara en la edificación de un puerto moderno.

En la mencionada zona central, desde la actual calle España hasta el Boulevard 27 de Febrero, se alzaron unos 25 muelles, mayormente de empresas privadas, depósitos y graneros, siendo los más famosos los de Carlos Casado del Alisal. Este empresario  castellano, a través del Ferrocarril Oeste Santafesino que empezó a funcionar en 1883, transportaba la producción agrícola de la Colonia Candelaria (hoy Casilda) –también creada por él- y del resto del sur santafesino hacia el puerto rosarino, donde había erigido grandes silos por entonces únicos en toda América.

Hasta la construcción del puerto por parte de una compañía francesa, las instalaciones que funcionaban como tal presentaban un panorama sumamente heterogéneo y de aspecto en buena medida precario.

En los últimos años del siglo XIX, la conjunción de las necesidades comerciales y de los reclamos de los sectores dirigentes locales (constituidos en buena medida por hacendados y grandes comerciantes) y del apoyo de los Estados nacional y provincial hizo posible la concreción del proyecto para dotar a la ciudad del puerto que exigía su desarrollo económico-social.

El desarrollo de las actividades de carga y descarga fluvial en la costa rosarina datan de la época hispánica, como lo atestiguan una serie de documentos. Destaca entre ellos, uno que ha estudiado y publicado el historiador Boleslao Lewin que se remonta a la década de 1740. El mismo hace referencia al contrabando o comercio intérlope practicado por vecinos del entonces villorio. Práctica común en la región rioplatense, y necesaria para la supervivencia de la zona, dada la insuficiencia del comercio legal -controlado por el gobierno del Imperio español- para satisfacer las necesidades de la población.

Suelen considerarse como primeras instalaciones rosarinas los muelles de empresarios como Eduardo Hopkins (de origen estadounidense) e Ignacio Comas. Las mismas se erigieron en la década de 1850, cuando la población fue declarada ciudad y se convirtió en el principal puerto de la Confederación enfrentada a Buenos Aires.



Hopkins organizó una sociedad por acciones denominada Asociación del Muelle de Rosario. Una de las habituales inundaciones arrasó esas instalaciones y terminaron siendo rematadas.

Paralelamente, Ignacio Comas erigió otro muelle, que a fines de los años ’70 del siglo XIX pasó al empresario Aaron Castellanos (ligado a la creación de la primera colonia agrícola exitosa santafesina y de la república en general: Esperanza). Castellanos reconstruyó ese muelle. Cabe acotar que este activo salteño (integrante en su juventud de las fuerzas militares conocidas como “Los Infernales” de Martín de Güemes) también aparece como promotor del ferrocarril en nuestra región. Tenía en claro que el desarrollo agrícola estaba ligado a la colonización a través de inmigrantes europeos y el paralelo desarrollo de las vías férreas, que conectaran los centros productores agrarios con el puerto de Rosario. El mismo criterio puede observarse en el empresario catalán Esteban Rams y Rubert, que durante dos décadas se dedicó a estudiar las posibilidades de utilizar el río Salado del Norte como vía de transporte entre el Litoral y el noroeste argentino. Para el desarrollo de su empresa había obtenido del gobierno nacional unos terrenos en la zona portuaria rosarina, que debió devolver ante el fracaso de su empresa. En sus exploraciones supo acompañarlo el cónsul británico en Rosario, Hutchinson, quien buscaba clima y terreno adecuados para el cultivo del algodón.

Ya en fecha más tardía, 1888, otro catalán, Juan Canals organiza la Sociedad Anónima del Puerto de Rosario de Santa Fe, que se declara en quiebra cuando la crisis económica mundial de 1889-90.
Iván Etcheverry

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